Prólogo de Santi Vila

 

El mundo ha cambiado mucho, y para bien. En el momento de escribir estas líneas, el Instituto Nacional de Estadística acaba de anunciar que, por primera vez en la historia, en las comarcas gerundenses hay más Mohameds que Jaimes o Luises. A pesar de los temores de los gruñones y miedosos, el proceso de globalización y el avance tecnológico han transformado rotundamente la división artificial del mundo y han desmantelado las anticuadas barreras administrativas que pretendían ordenar y dividir a la especie humana en mil y un compartimentos estancos.
Cuando nosotros, los humanos, nos familiarizamos con nuestras diferencias (culturales, nacionales, religiosas...) y debemos convivir con ellas, aprendemos una gran lección: que ciertamente todos somos diferentes, pero al mismo tiempo, semejantes. Y que si nos vestimos o comemos de manera diferente o si rezamos a dioses diferentes, en definitiva, los hombres y mujeres en todo el mundo perseguimos siempre los mismos deseos: la libertad, la belleza y el amor, los grandes valores que precisamente reafirman nuestra humanidad.
El cuento-juego que tenéis en las manos trata justamente de esto, del elogio de la diversidad, aplicada en este caso al derecho de formar una familia. El cuento nos recuerda la importancia de la institución familiar para el desarrollo de una persona y para el conjunto de la sociedad. Nos muestra, además, que en nuestro mundo moderno la familia puede tener rostros muy distintos: heterosexual, lesbiana, gay, reconstruida, monoparental, extensa, adoptiva... y, sobre todo, nos explica que todas estas realidades familiares se justifican por un solo hecho, que no está relacionado únicamente con las leyes civiles que las reconocen, sino también con el amor que las une.
Como alcalde de Figueras y diputado, como “diferente” entre iguales, la publicación de Famílium por dos autoras figuerenses me llena de orgullo y confirma la lucidez de aquellas palabras de Harvey Milk, escritas poco antes de ser asesinado en San Francisco por defender los derechos civiles: “Sabemos que no se puede vivir solo de esperanza; pero también sabemos que ¡sin esperanza no merece la pena vivir!” Iniciativas como esta nos reconcilian con la vida y renuevan nuestra ilusión, seguramente utópica, de que el cielo en la tierra es posible sin dejar de ser como somos. ¡Sin dejar de ser quienes somos!
¡Enhorabuena!
Santi Vila i Vicente
Alcalde de Figueres

26 de Noviembre de 2011